HABEMUS LO QUE HABEMUS
25 agosto 2006
23 agosto 2006
Tres protestas y un café...
En la Plaza de la República, a los pies del Obelisco, música, una camioneta y gente repartiendo volantes del ARI. Evado uno, dos, tres repartidores de volantes. El cuarto me enchufa uno. Leo mientras camino. Plan estratégico para la recomposición de la cuenca Matanza-Riachuelo. Si a alguien le interesa, el proyecto completo está en www.diputados.ari.org.ar
Minutos después me encontraba caminando por Corrientes, apurando el paso y haciendo slalom entre la gente. La idea era llegar a La Ópera a tomar un café y leer algo de Hobsbawm. Antes de llegar a Callao, bombos y la calle cortada. Movimientos piqueteros reclamaban algo, pero no pude darme cuenta bien qué.
A la tarde, viajando en el 100, había visto otro corte en Pellegrini, entre Sarmiento y Perón, frente a dependencias de la ciudad. El dato curioso, justo enfrente del edificio y la protesta, la ciudad, como en tantos otros sitios, está en obra. Los manifestantes esperaban para usar los baños químicos de los trabajadores de la calzada. Solidaridad "orgánica", diría Durkheim. (Solidaridad para "desagotar el órgano")
Adiós café en La Opera. El ruido era demasiado. Y estoy con una falta de concentración tal, que necesito un café algo más tranquilo.
Doblo. En Callao al 400, un grupo de feministas con pancartas al grito de "Nosotras decidimos". Evidentemente se referían al aborto. Banderas y estandartes verdes y violetas hacían referencia a movimientos por la despenalización del aborto y la libertad de identidad sexual. Una chica me paró para firmar. Tenía sólo 2 firmas en la planilla. No sé qué me dio últimamente y de dónde me lo habré pegado, pero tengo una cierta paranoia en eso de dejar datos si no conozco al posterior portador de los mismos. Le pedí disculpas y seguí. No sin cierta ¿culpa?, ¿duda?...
Seguí. Café "Los Galgos". Callao y Lavalle, cerca de la iglesia del Salvador. Hace rato que tengo ganas de entrar. Es de esos bares típicos, o como los llama la ciudad, "notables", como el Varela Varelita de Scalabrini Ortiz o el Roma, de Tucumán y Anchorena, o San Luis y Anchorena (no recuerdo bien, lo seguro es que queda en el Abasto). Pero también ante Los Galgos seguí de largo. ¿Qué me pasa?
18 agosto 2006
Vuelta a clases...
... y a la lectura del collage de las consignas de la facultad de Sociales...
Sorprendente la limpieza y pintura nueva del aula 100 (que viene a ser un aula magna) en la que se dictan los teóricos. Los bancos de madera fueron lijados y barnizados, aunque estimo que pronto estarán escritos nuevamente.
Para los prácticos me ha tocado el mismo aula que tuve el cuatrimestre pasado. La de las consignas.
Arriba del pizarrón: "La tasa de desempleo para graduados bajó al 82,5%"
Afiches del M.A.S. (Movimiento al Socialismo): "¡Basta de Masacre! ¡Fuera Israel de Gaza y el Líbano! Solidaridad con la causa palestina. ¡Ya basta!" Ilustrado con una comparación impresionante entre la realidad y un fragmento del Guernica.
Algunos carteles desactualizados, que sobreviven en la pared desde el cuatrimestre anterior, como: "El 25 de mayo no vaya a la Plaza del techo salarial y las hiper ganancias capitalistas" (También la autoría es del MAS)
Anuncios más actuales:
"18 de Agosto. 18:30 hs. Federación de Box. Apertura del 5º Congreso del MST.
¡Fuera Israel del Líbano y Palestina!
Hablan Patricia Walsh y Vilma Ripoll."
Otro: "Convocatoria a los estudiantes" (del ARI)
Más anuncios: "Conferencia - 24 de Agosto - 18 hs - Facultad de Medicina.
Venezuela. Orlando Chirino y Stalin Borges. Coordinadores Nacionales de la UNT. Unión Nacional de Trabajadores de Venezuela."
Al otro lado un afiche colorido en el que resaltan los logos de Coca Cola y Pepsico Snacks. El de Coca rodeado con alambres de púa. La carita, ícono de Pepsico, con gorro con insignia nazi. Y el texto: "En las fábricas multinacionales de Bush hay dictadura." Debajo del campo del afiche que corresponde a Coca Cola "Prohiben los derechos sindicales". Debajo del logo de Pepsico "Discriminan".
Y persiste el esténcil en pintura negra directamente sobre la pared, con un par de ratas y la frase:
"Se ruega mantener limpio de ideologías." Este ya lo había señalado yo en mi posteo referente al comienzo del primer cuatrimestre de este año.
Nuevos carteles: "Viva la lucha de los trabajadores de Jabón Federal".
Viejos carteles, el de una revista de Sociales, muy a la Gramsci: "Revista Nº 8. ¿Sociólogos para qué? Saquemos a la luz las producciones estudiantiles. Socialicemos el conocimiento."
Ya iré tirando al blog más de las consignas que empapelan las paredes de Sociales... y contando las vicisitudes de la cursada de este cuatrimestre.
07 agosto 2006
Pasado, presente, futuro...
Quizás sea mejor dejar de lado mi queja metódica y pensar que es una "suerte" poder seguir en este lugar que ya siento mi lugar, con mi espíritu, mis cositas, las plantas, la luz. Y dejar de pensar en el aumento, en el futuro, en la especulación que en este país es regla, en la inaccesible casa propia, en la dificultad para planificar cualquier cosa.
La "deriva" es una cosa terrible para mi psicología conservadora y de "culo a resguardo". Pero mejor será que me vaya acostumbrando. Que me deje de joder y piense un poco menos en el futuro. El futuro ya llegó y es esto. A torearlo.
(Bárbara esta exhortación a mí misma. Ahora sólo me resta creérmela.)
Por otra parte en serio debo dejarme de jorobar con estos devaneos. La gente que me rodea ya no quiere escuchar sobre mis preocupaciones acerca del futuro o el no futuro. Acerca de la economía, el país, el mundo, las familias, los valores. Si hasta yo misma me harté (de mí).
"En la época en que celebraban mi cumpleaños.
Yo era feliz y nadie estaba muerto. (...)
En la época en la que celebraban mi cumpleaños,
Yo tenía la buena salud de no darme cuenta de nada,
De ser inteligente para mi familia
Y de no tener las esperanzas que los demás tenían por mí.
(...) ¡La época en la que celebraban mi cumpleaños! (...)
Deseo físico del alma de estar allí (...)
En un desdoblamiento entre yo y yo mismo (...)
Nada más.
¡Qué rabia no haberme traído el pasado robado en el bolsillo!."
Yo me pregunto: ¿Será la nostalgia, la demasiado romántica nostalgia por la niñez despreocupada (o con preocupaciones pero también con la suficiente imaginación como para evadirlas) lo que hace que el futuro aparezca no tan seguro?
O a la inversa: ¿Es el futuro que no se ve claramente el que hace añorar pasados de seguridad o de ignorancia de inseguridades?
Como fuere, aún con un futuro nítido (si es que para alguien éste existe), la infancia es la patria.
Recuerdo el hermoso poema de Hölderlin:
"¡Mira! Las palabras inocentes me han rejuvenecido al fin
Y como en otro tiempo las lágrimas brotan de mis ojos.
Y recuerdo los días hace mucho pasados
y la tierra nativa vuelve a alegrar de nuevo mi alma solitaria
Y la casa donde crecí un día con tus bendiciones,
donde, alimentado con amor, muy pronto creció el niño.
Ah, cuántas veces pensé que yo te reconfortaría.
Cuando a mí mismo me veía obrar a lo lejos
sobre el vasto mundo.
Mucho intenté y soñé, y me he llagado el pecho
a fuerza de luchar, pero haréis que yo sane
¡queridos míos! Y aprenderé a vivir como
tú, Madre, mucho tiempo;
(...) Que, así, el hombre mantenga lo que
de niño prometió.
Esta añoranza no tiene por qué ser meramente negativa. Es más, bien entendida debería resultar especialmente enriquecedora. Y todo esto, sin solución de continuidad pero con cierta relación con el futuro, me lleva a pensar si es que uno no deseará un hijo en parte para volver a sentir de algún modo la inocencia, lo claro, lo simple. Para tomar prestada la frescura, y con el sano pretexto de jugar con él o ella, volver a sentir que no todo es desamparo. Nuestro eterno culo al aire por los vaivenes del país, del trabajo y la economía, olvidado por unos instantes de juego, por toda una vida en la que, si no podemos protegernos a nosotros mismos, nos desvivimos por protegerlo a él.
Y así puede ser que pase con los hijos (todavía no lo sé) y con otros vínculos humanos.
Y así pasa que el más necesitado puede resultar ser el más rico y preparado para dar.
Así de hermosa es la paradoja.
Pero aún así me queda el resquemor por el futuro. Aún así no puedo desterrar con estas solas ideas a las otras, las densas ideas y sensaciones de desamparo, de intemperie.
No deberían preocuparnos estos devaneos. Son propios de ese solipsismo en el que se cae algunas noches, cuando nos tiramos sobre la mesa y el cuaderno.
Y hoy Bach a mí no me ayuda.
Algo sí está claro. Cuando la mismidad no nos basta (y el ensimismamiento espiral de nuestros pensamientos nos agota), es la otredad la que nos salva.
Como dice Sábato en Antes del Fin: "Cuando somos sensibles, cuando nuestros poros no están cubiertos de las implacables capas, la cercanía con la presencia humana nos sacude, nos alienta, comprendemos que es el otro el que siempre nos salva. Y si hemos llegado a la edad que tenemos es porque otros nos han ido salvando la vida, incesantemente."
Cortázar le hace añorar a Oliveira un norte, un sur, en el capítulo 21 de Rayuela. "... pronto la pena, pronto el orden mentido de estar solo y recobrar la suficiencia, la egociencia, la conciencia. Y con tanta ciencia, una inútil ansia de tener lástima de algo, de que llueva aquí dentro, de que por fin empiece a llover, a oler a tierra, a cosas vivas, sí, por fin a cosas vivas."
El pesimismo tiene que ceder. Para poder vivir y disfrutar más intensamente el presente y creer mejor en el futuro.
Aunque a veces, según la humedad ambiente o álmica, uno no pueda escapar de ese sentimiento que comparte esa otra frase de Rayuela (Cap. 143): "No tenía ninguna fe en que ocurriera lo que deseaba, y sabía que sin fe no ocurriría. Sabía que sin fe no ocurre nada de lo que debía ocurrir y con fe casi siempre tampoco."
Ahora suena Brel en el ambiente y se desgarra en un "je t'aime"... estirando la "eme" en la "Chanson des vieux amants." Puta... ¡qué triste es!
Por esta canción me decidí a bajar al ciber para pasar esto (con algo de censura previa) al blog.
Conclusión a la sans façon y tirada de los pelos:
Tabaquería, de Fernando Pessoa
No soy nada.Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones del mundo que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos, (...)
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si fuese a morirme, (...)
Estoy hoy perplejo como quien pensó y encontró y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que le debo
a la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fallé en todo.
Como no me hice propósito alguno, tal vez todo fuese nada.
Del aprendizaje que me dieron,
me descolgué por la ventana de detrás de la casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Pero allí encontré sólo yerbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Salgo de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?
¿Qué sé yo de lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan que son lo mismo que no puede haber tantos!
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se conciben en sueños genios como yo,
y la historia no destacará ¿quién sabe?, ni uno solo,
ni quedará sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos chalados con tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no estarán a esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas-
sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quien sabe si realizables,
nunca verán la luz del sol real ni encontrarán oídos de gente?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
(...)
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no nació para eso;
seré siempre sólo el que tenía cualidades;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta junto a una pared sin puerta,
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
(...)
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
pero despertamos y él es opaco,
nos levantamos y él es ajeno,
salimos de casa y él es la tierra entera,
más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(...)
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como los que invocan espíritus me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me asomo a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.
(...)
Hice de mí lo que no supe,
y lo que podía hacer de mí no lo hice.
El dominó que vestí estaba equivocado.
Me conocieron en seguida por quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
(...)
Tiré la mascara y dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la administración
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.
(...)
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó a la puerta.
Lo miró con la incomodidad de la cabeza mal vuelta
y con el desconsuelo del alma mal-entendiendo.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
En determinado momento morirá el letrero también, y los versos también.
Después de determinado momento morirá la calle en donde estuvo el letrero,
y la lengua en la que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto pasó.
(...)
El hombre salió de la Tabaquería (¿metiendo el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, lo conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta.)
Como por un instinto divino el Esteves se volvió y me vio.
Me hizo señas de adiós, le grité: ¡Adiós, Esteves!, y el universo
se me reconstruyó sin ideal ni esperanza, y el dueño de la tabaquería sonrió.