07 agosto 2006

Pasado, presente, futuro...



Vengo de renovar de palabra el contrato de alquiler de donde vivo, en condiciones "ni" (ni buenas, ni terribles). Los precios se fueron a las nubes, pero en todos lados es lo mismo.
Quizás sea mejor dejar de lado mi queja metódica y pensar que es una "suerte" poder seguir en este lugar que ya siento mi lugar, con mi espíritu, mis cositas, las plantas, la luz. Y dejar de pensar en el aumento, en el futuro, en la especulación que en este país es regla, en la inaccesible casa propia, en la dificultad para planificar cualquier cosa.
La "deriva" es una cosa terrible para mi psicología conservadora y de "culo a resguardo". Pero mejor será que me vaya acostumbrando. Que me deje de joder y piense un poco menos en el futuro. El futuro ya llegó y es esto. A torearlo.
(Bárbara esta exhortación a mí misma. Ahora sólo me resta creérmela.)
Por otra parte en serio debo dejarme de jorobar con estos devaneos. La gente que me rodea ya no quiere escuchar sobre mis preocupaciones acerca del futuro o el no futuro. Acerca de la economía, el país, el mundo, las familias, los valores. Si hasta yo misma me harté (de mí).
Venía en el colectivo y de un edificio salían chicos con globos. Había algunas madres. Los chicos parecían contentos. Seguían prolongando el juego en la vereda, mientras las madres conversaban. Y entonces recuerdo el poema "Cumpleaños" de Pessoa (o más bien de su heterónimo: Alvaro Campos):
"En la época en que celebraban mi cumpleaños.
Yo era feliz y nadie estaba muerto. (...)
En la época en la que celebraban mi cumpleaños,
Yo tenía la buena salud de no darme cuenta de nada,
De ser inteligente para mi familia
Y de no tener las esperanzas que los demás tenían por mí.
(...) ¡La época en la que celebraban mi cumpleaños! (...)
Deseo físico del alma de estar allí (...)
En un desdoblamiento entre yo y yo mismo (...)
Nada más.
¡Qué rabia no haberme traído el pasado robado en el bolsillo!."

Yo me pregunto: ¿Será la nostalgia, la demasiado romántica nostalgia por la niñez despreocupada (o con preocupaciones pero también con la suficiente imaginación como para evadirlas) lo que hace que el futuro aparezca no tan seguro?
O a la inversa: ¿Es el futuro que no se ve claramente el que hace añorar pasados de seguridad o de ignorancia de inseguridades?
Como fuere, aún con un futuro nítido (si es que para alguien éste existe), la infancia es la patria.
Recuerdo el hermoso poema de Hölderlin:
"¡Mira! Las palabras inocentes me han rejuvenecido al fin
Y como en otro tiempo las lágrimas brotan de mis ojos.
Y recuerdo los días hace mucho pasados
y la tierra nativa vuelve a alegrar de nuevo mi alma solitaria
Y la casa donde crecí un día con tus bendiciones,
donde, alimentado con amor, muy pronto creció el niño.
Ah, cuántas veces pensé que yo te reconfortaría.
Cuando a mí mismo me veía obrar a lo lejos
sobre el vasto mundo.
Mucho intenté y soñé, y me he llagado el pecho
a fuerza de luchar, pero haréis que yo sane
¡queridos míos! Y aprenderé a vivir como
tú, Madre, mucho tiempo;
(...) Que, así, el hombre mantenga lo que
de niño prometió.

Esta añoranza no tiene por qué ser meramente negativa. Es más, bien entendida debería resultar especialmente enriquecedora. Y todo esto, sin solución de continuidad pero con cierta relación con el futuro, me lleva a pensar si es que uno no deseará un hijo en parte para volver a sentir de algún modo la inocencia, lo claro, lo simple. Para tomar prestada la frescura, y con el sano pretexto de jugar con él o ella, volver a sentir que no todo es desamparo. Nuestro eterno culo al aire por los vaivenes del país, del trabajo y la economía, olvidado por unos instantes de juego, por toda una vida en la que, si no podemos protegernos a nosotros mismos, nos desvivimos por protegerlo a él.
Y así puede ser que pase con los hijos (todavía no lo sé) y con otros vínculos humanos.
Y así pasa que el más necesitado puede resultar ser el más rico y preparado para dar.
Así de hermosa es la paradoja.
Pero aún así me queda el resquemor por el futuro. Aún así no puedo desterrar con estas solas ideas a las otras, las densas ideas y sensaciones de desamparo, de intemperie.
No deberían preocuparnos estos devaneos. Son propios de ese solipsismo en el que se cae algunas noches, cuando nos tiramos sobre la mesa y el cuaderno.
Y hoy Bach a mí no me ayuda.

Algo sí está claro. Cuando la mismidad no nos basta (y el ensimismamiento espiral de nuestros pensamientos nos agota), es la otredad la que nos salva.

Como dice Sábato en Antes del Fin: "Cuando somos sensibles, cuando nuestros poros no están cubiertos de las implacables capas, la cercanía con la presencia humana nos sacude, nos alienta, comprendemos que es el otro el que siempre nos salva. Y si hemos llegado a la edad que tenemos es porque otros nos han ido salvando la vida, incesantemente."
Cortázar le hace añorar a Oliveira un norte, un sur, en el capítulo 21 de Rayuela. "... pronto la pena, pronto el orden mentido de estar solo y recobrar la suficiencia, la egociencia, la conciencia. Y con tanta ciencia, una inútil ansia de tener lástima de algo, de que llueva aquí dentro, de que por fin empiece a llover, a oler a tierra, a cosas vivas, sí, por fin a cosas vivas."

El pesimismo tiene que ceder. Para poder vivir y disfrutar más intensamente el presente y creer mejor en el futuro.
Aunque a veces, según la humedad ambiente o álmica, uno no pueda escapar de ese sentimiento que comparte esa otra frase de Rayuela (Cap. 143):
"No tenía ninguna fe en que ocurriera lo que deseaba, y sabía que sin fe no ocurriría. Sabía que sin fe no ocurre nada de lo que debía ocurrir y con fe casi siempre tampoco."

Ahora suena Brel en el ambiente y se desgarra en un "je t'aime"... estirando la "eme" en la "Chanson des vieux amants." Puta... ¡qué triste es!
Por esta canción me decidí a bajar al ciber para pasar esto (con algo de censura previa) al blog.

Conclusión a la sans façon y tirada de los pelos:
Soy un ser desesperadamente esperanzado.
A pesar de la negrura que a veces me toma el ánimo por asalto, tengo tanta ansia de futuro... de ese futuro que en el fondo, por no ser todavía, guarda todas las posibilidades. Incluso la felicidad... (Y aquí me torno decididamente contra-heideggeriana.)
Necesito tomar esta posición y reconocerme en la muy humana actitud de sentirme un poco el dios Jano, a quien los romanos representaban con dos rostros, uno que miraba el pasado y otro al futuro.
Y así tratar de vivir con ambas ideas.
Y ver qué sale.
Sé que este escrito es terriblemente contradictorio. Pero así son las sensaciones a veces.
Encontradas.
Imagen: Pintura de Víctor Brauner. (Me hubiese gustado ilustar esto con "Espejo de lo increado" del mismo artista, pero no lo encontré en la web. Sabrán disculpar.)

5 Comments:

At agosto 11, 2006 9:54 p. m., Blogger Alvaro said...

Primero las palmas: Esta bueno, bueno, bueno. Sigo encontrando a la persona en cada uno de tus escrito. Por ahí me pareció oírte escribir como tirándote a menos sobre vos misma, no lo hagas. Sos buena, no lo dudes, tus escritos tienen credibilidad; como agregado son divertidos ( ese estilo medio guarango mezclado con culturosismo ) y entretenidos.
Ahora las piñas dejando de lado la calidad del escrito y metiéndome con la persona.
No me gusta esa posición de queja entre resignada y superada. Te diría algunas cosas como si fueras mi hija. Nunca, en ningún lugar ni tiempo se tiene el futuro comprado, siempre es incierto. Tal vez en Argentina es algo más que el promedio pero también hay mas lugar para la creatividad y la contravención que en los países organizados.
Sobre el departamento: En ninguna ciudad importante del mudo un empleado se puede comprar un departamento bien ubicado sin romperse el culo. Y en una economía socialista te van a asignar un departamento, pero no en el centro de La Habana sino en un barrio por la cochinchina. Esto no quiere decir que te tenés que resignar a vivir alquilando y sufrir con la amenaza de quedarte en la calle. Lo que tenés que hacer es planear una estrategia adecuada. Tener un departamento lleva diez años. Si a los veinte te hubieras decidido a comprar y hubieras vivido con un familiar o compartido un cuarto, ahora seguramente podría comprarte tu departamento. Muchos operarios de la fábrica se compran un terrenito a los veinte y tienen una casa a los treinta. En el arranque la cosa se complica, pero no es imposible a menos que lo quieras hacer sin resignar nada.
Espero que me disculpes, me conocés, digo lo que pienso pero creo que se aplica ese dicho de "porque te quiero te aporreo"
Con cariño
Alvaro

 
At agosto 14, 2006 10:31 a. m., Anonymous Anónimo said...

Definitivamente el futuro no esta comprado.
Los proyectos son eso, proyectos. Metas que nos estimulan para seguir adelante... a ser mejores personas... a unirnos con los seres queridos para alcanzarlos... a esforzarnos...
Es necesario seguir adelante a pesar de los recuerdos, los momentos tristes, los cariños perdidos...
Teniendo proyectos y esforándonos por conseguirlos avanzamos y crecemos...
Clau, con tus miedos o los malos momentos no cansas a las personas que te queremos, es que a veces hay que poner fuerza y garra para no atascarnos en esos "períodos grises"

 
At agosto 15, 2006 12:48 a. m., Anonymous Anónimo said...

Primero me sumo a las palmas de Álvaro, pero quiero decir que es evidente que Claudina no se sumerge en períodos grises, no queda atascada, solo baja para rescatar a quienes se encuentran ahí

 
At enero 28, 2014 3:12 p. m., Blogger Josefina Delgado said...

Querida Claudina, pasaron ocho años desde este post tuyo. Me gustó. Yo también alquilo. Yo también para la casita soy conservadora. Y me gusta mucho Pessoa. Ojalá nos cruzáramos alguna vez.

 
At enero 28, 2014 11:45 p. m., Blogger Claudina said...

Hola Josefina,
Me llegó un mensaje tuyo al e-mail, sobre estos escritos míos perdidos en el tiempo, en un blog que yo daba por ídem. Tan perdido el blog en mi mente, que también había perdido / olvidado las contraseñas para ingresar y poder responderte. Aproveché los mecanismos que ofrece el sistema a los desordenados como yo, recuperé la contraseña y aquí estoy. Para agradecer tu comentario tan cálido y agradecerte que me hayas llevado a releer esto. Otra vida, sin dudas. Y tan la misma. (Sigo alquilando, entre otras cosas)
Y en ese buscar la manera de agradecerte, encontré también "Textura de luz" con textos que me han gustado tanto que de ahora en más me tendrán como fiel lectora. Un abrazo.
Claudina

28 de enero de 2014, 18:36

 

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