10 julio 2006

Domingo 9 de Julio

Comí en casa. Comer es un decir. Apenas unos bocaditos de esos congelados, con formitas, para niños. Quise ver algo de TV. Nada. O mundial de fútbol o nada. Quise ver si con el correr de los minutos me interesaba a mí también, como a los otros. Pero no. Leí algo. Unas cuantas páginas. Luego me puse a ver una película sobre la vida de Picasso. Pero irremediablemente, a eso de las 4 de la tarde, me dio mi síndrome de domingo. Entonces decidí conjurarlo arreglándome un poco (o más bien, componiéndome) y saliendo.
La idea original: caminar algo y terminar tomando un cafecito por ahí.
Todavía había mucho sol. Salí a eso de las cinco menos cuarto. Las calles estaban desiertas. Rumbeé para Palermo viejo, que perdió mucho de su "duende" a manos de la moda. Pero yo necesitaba ver gente. O algo de movimiento.
Tomé por la calle Borges. Iba viendo varios bares pero todavía escasa cantidad de gente. Bares que anunciaban "Locro del 9 de Julio" (entonces recordé que era 9 de Julio). Otros bares invitaban: "Vea la final del mundial." Adentro ni el loro, apenas un par de personas. Más adelante, otro bar, cerrado, con las ventanas cegadas por pintura blanca. Se llamaba "El pensador". Todavía podían adivinarse el nombre y la silueta de El Pensador de Rodin, esmerilados en los vidrios.
A medida que me acercaba a Placita Serrano, empecé a ver cada vez más gente, cada vez más ferias y puestos callejeros.
"Qué bueno que no necesito nada de todo esto" - pensé mirando la mercadería.
Cada vez se aglomeraba más gente. En una de esas me dio por entrar a un local atiborrado de cosas y personas. Y entonces yo -la que no necesitaba nada de aquello- también sucumbí al consumo, y me compré una pollera. Sólo aceptaban efectivo, con lo que llegué al monto poniendo hasta las monedas que llevaba encima. Chau cafecito. Al menos no podría tomarlo por esos lares.
Caminé alguito más. Luego me cansé de tanta gente y tomé por unas calles laterales, esperando cuadras más solitarias, que aparecen enseguida.
Mientras me fugaba por Honduras (una calle que hace las veces de "ecuador" del círculo de la Placita) una tarotista me vio y se ofreció a leerme el destino. Sin dejar de caminar, le dije que no, gracias. Lo más amablemente que pude, pero sin dejar de notar esa huída que emprendí. Sobre todo cuando se empecinó y me llamaba a los gritos avisando que tenía algo que decirme. Huí como creyendo que esa mujer realmente hubiese visto algo de mi futuro y no quise darle siquiera la oportunidad de que me viniese con predicciones agoreras y negras.
Lo peor del asunto es que mi parte "racional" entendía perfectamente que ese "Ven, que te quiero decir algo" era casi una estratagema marketinera para ver si yo finalmente me acercaba y lograba convencerme.
Mi alter ego más emocional, o mejor dicho, mi lado más ilógico y disparatado (que es el que prima) seguía obligándome a apretar el paso. Seguramente la mujer me diría algo malo, algo negro sobre mi futuro. Con lo que queda demostrado ampliamente ese "optimismo" que me es tan propio.
Seguí unas cuadras más en ese estado de desdoblamiento entre mi parte racional y la descabellada, hasta finalmente alcanzar las calles solitarias.
Es curioso. Siempre me da por mirar hacia las casas y adivinar, tras las ventanas con alguna lámpara encendida, una calidez especial. Esta vez no. Es más, volviendo por Acuña de Figueroa, algunas casas (y no especialmente las antiguas) me parecían abandonadas. Cierta suciedad, amontonamiento de hojas secas y papeles contra las rejas ayudaban a darle sordidez al asunto.
Caminé bastante y si advertía que alguna calle me llevaba más directamente a casa, empezaba a hacer zigzags en alguna cuadra, para retardar la llegada. Cuántas veces me sentí toda una estudiosa del alma humana advirtiendo estas maniobras de algunas personas para no llegar a la casa, que pesa por algún motivo. Ahora era yo quien las ponía en práctica.
En una esquina escuché un petardo. Luego dos. Luego muchos más. ¿Quién habrá ganado? Porque en este país de tantos hijos y nietos de tanos, puede festejarse un triunfo italiano como propio. Pero también es un país con gente de emociones y pasiones no siempre tan claras... Quién sabe. También muchos podrían tenerles bronca a los tanos. Francamente no me interesa.
Ahora sí, rumbeo para casa. Decidido: busco algo de efectivo y bajo de nuevo. Quiero mi cafecito, las tostadas, la mermelada y el queso que se me habían antojado temprano. Además está fresco. Da para un café, para sentarme otra vez rodeada de extraños, y a ver si sale escribir algo.
Y aquí estoy. Pensé que el partido habría terminado y así era. Pero seguían los comentarios superfluos, los festejos la TV del bar encendida. Y la única mesa que queda contra la ventana está justamente debajo de la TV. Suerte perra...
Ahora entiendo mejor a Sábato y su perplejidad ante los cafés que, antes que propiciar el diálogo o el pensamiento, aturden con la TV o la música a todo lo que da.
"El tiempo pasa, me voy poniendo vieja"... canto hacia adentro... Si estuviese Mariana, mi compañera de trabajo, diría: "¿Ves? Ese es un comentario típico de vieja". Le ha dado por señalarme mis comentarios extemporáneos de vieja de casi 30 años. Y me causan mucha gracia.
En otra mesa alguien prueba los "ringtones" de su celular, contribuyendo así a hacer un poquito más insoportable el batifondo.
Ahora la tele está pasando goles de Argentina. Y eso, ¿a qué viene? Si ganaron los tanos...
Parece que es un ránking de mejores goles del mundial. No estoy mirando pero la escucha, dado el volumen del aparato, es obligada. Me había traído el libro de Dal Masetto que me prestó Carlos, pero con tanto ruido prefiero escribir a leer.
Ahora en la tele hay una alemana a la que un cronista entrevista porque hace apenas minutos que ganaron los italianos y ella ya puso a la venta remeras que dicen Italia Champion 2006 a 10 euros. La alemana dice, risueña y en inglés, "las que hice de Francia van directo a la basura."
¿Y qué es toda esta misse en place que hice de mí misma esta tarde? Es de esos momentos en que no sé a dónde meterme. Y bueno, ya pasará.
Ahora resulta que estoy escribiendo pavadas para pasar el rato. Lástima que el café que otras veces me ha resultado tan cálido y salvador de tantas tardes de domingo, hoy está inhabitable (por los motivos ya expuestos).
En fin, resta esperar un rato. A ver si se corta toda esta barahúnda.
Lo bueno es que los mozos son amables. Ya me reconocen. Soy una especie de habitué... Me causa gracia esta observación. Desde la época de "Tarela's", un café frente a la plaza de Pilar que empecé a frecuentar a eso de los 14 con amigas, que no me sentía habitué en serio de ningún bar. No al punto de que los mozos me reconozcan. No digo que vivo en los cafés, pero casi. Sin embargo éste es el que más frecuento últimamente.
Uno de los mozos, el que había sugerido el licuado bomba que tomé aquel domingo de ramos, pregunta justamente por el licuado al que ostensiblemente abandoné hoy por un café con leche. "Y, hoy hace frío", le dije. ¡Mentira! Con frío o calor no hubiese tomado un licuado. No tenía ganas. Pero comenzar a discurrir sobre los motivos que me llevaron a tomar este café con leche, comenzando desde el súbito deseo de las 4, cuando me atacó el síndrome de domingo, hubiese resultado muy extenso. Aludir al fresquete del día fue la respuesta más corta que se me ocurrió para contestarle amablemente y al mismo tiempo quedar libre de inquisiciones para escribir esta tonta crónica que termina acá.
Qué contrariedad: Después de esperar tanto, ya me estaba yendo del bar, cuando advertí que apagaban el televisor y ponían, muy bajito, a Lennon cantando Imagine.

2 Comments:

At julio 10, 2006 2:13 p. m., Anonymous Anónimo said...

Me pregunto la razón por la cual no me llamaste por teléfono y no te tomaste la combi hacia mis pagos adoptados por casamiento. Hubieramos ido a tomar ese cafecito juntas y, quien dice, compartido un lemon pie (mientras el resto del mundo miraba Italia-Francia). De paso hubieramos festejado mi último fin de semana canguro ya que Pilar nacerá antes del próximo. Ya se que la distancia intimida, pero a veces, un empujoncito a la voluntad, hace tardes estupendas. Te quiero mucho y tenelo en cuenta para la próxima (sólo que en esa oportunidad nos acompañará una bebita llorona).-

 
At julio 10, 2006 2:18 p. m., Blogger Claudina said...

Gracias Mari! Seguramente así será!
Igual el domingo no resultó tan terrible. Apenas gris...
Qué bueno que escribiste. Justo estaba pensando que ya debe estar Pilar en puerta... ¡Qué emoción y qué ansiedad! Teneme al tanto!! Un abrazo a ambas!!

 

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