08 junio 2006

Anochecer de un día común (ayer)


Llegué a casa. Son las ocho... escucho a Vox Dei:
"... y que de barro son mis pies
soy un ídolo vencido.
Mírame.
Mírame. Soy sólo un hombre..."

Vengo de un raid que comenzó a la salida del laburo y siguió, caminando por Avenida de Mayo rumbo al Congreso. Por ahí cerca debía hacer un trámite.
Acompañé antes a Mariana hasta la boca del Subte. Camino a ahí nos cuidamos mucho de no pisar las hojas y las -escasas- flores de los palos borrachos de la Plazoleta Roberto Arlt que, unidos a la humedad impresionante que mojó las veredas, podían ser causal de patinadas indeseadas.
Nos despedimos riéndonos por un chiste que nos hicimos mutuamente. Ella bajó las escaleras de la estación "Piedras" del subte A. Yo seguí arriba, por Avenida de Mayo, caminando raudamente porque debía estar en Congreso antes de las siete.
Miré, siempre a paso firme y sostenido, el Palacio Barolo. Miré los faroles hermosos que hay a lo largo de la Avenida. Iba, mientras tanto, relojeando a lo lejos, la cúpula iluminada del Congreso. Ví a una chica de la guardia urbana. Crucé la 9 de Julio en tres cuotas. Seguí entre casas de fotos, bazares, lencerías, hoteles, restaurantes españoles, carteles, teatros, puestos de diarios, más faroles hermosos y gente, gente, gente...
Cada tanto miraba el piso sólo para comprobar que estaba tan húmedo y peligroso como antes.
Crucé la Plaza de los Dos Congresos. Sorteé a una señora y la que supuse sería su madre. Caminaban despacito:
"_ 'X' se compró un departamento..."
"_ Y tienen derecho. Es gente trabajadora..."

Seguí por la vereda del Congreso que da a Rivadavia. Me dio una humedad en el alma mirar la Confitería del Molino.
Me regalaron un aire de misterio las bellas cariátides del Congreso.
Me dieron ganas de llegar de una vez a la oficina que era mi destino.
Me dio, finalmente, calor. Por la caminata, por la humedad, por todo.
Hice lo que debía hacer (el trámite). Y lo hice pronto.
A la vuelta tomé un colectivo sobre Avenida Entre Ríos (Callao en potencia).
"_ 80, por favor"
(Hay un asiento atrás. ¡Rápido! a sentarme antes que alguien me lo "pille", como dicen los salteños de la oficina donde trabajo.)
"_ Permiso, por favor. Gracias."
Ventanilla. Consecuente ventanilleo en la Avenida Callao (ya en acto). Y el colectivo avanza.
En eso, en lugar de seguir por Callao, vira por Tucumán. El hombre del asiento de al lado se levanta como un resorte. Le pregunta algo al colectivero (Seguramente por el cambio imprevisto en el recorrido -pienso yo- como siempre tan "perspicaz".) Y luego, el inevitable:
"_ Pero tenés que avisar, viejo."
"_ (Contestación inentendible o inaudible del chofer)"
Se baja el hombre, ya a esta altura enajenado, y aprovechan a bajarse media docena de personas adicionales. Estas últimas sin improperios en la boca.
El colectivo dobla por Uriburu como para retomar su cauce original. Luego pasamos cerca de la universidad (pero hoy no tengo clases). Al cruzar a un lado de la Plaza Houssay, GRAN-TRABAZÓN-GRAN.
Alcanzo a ver a un grupúsculo cruzando la plaza con pancartas rojas arrolladas, entre las luces rojas de los autos, el piso mojado, los árboles callados y severos, la oscuridad de la plaza, la silueta de la iglesia minúscula que está en el medio, los incansables cartoneros, la humedad, el cielo "raro... como encendido", los adustos-cuasi-soviéticos edificios de las facultades...
Algo me recuerda al cuadro "El entierro de la Sardina" de Goya. Otras porciones de la escena tienen reminiscencias de "El carro de heno" del Bosco (especialmente el pedacito que ilustra la portada de "Abaddón, el exterminador" en la edición de Seix Barral. El paño derecho, según la perspectiva del espectador, del tríptico en el que se incendia un edificio.)
Sigue el recorrido del colectivo. Más adelante, sube un hombre que me recuerda a Michel Foucault, pero a un Foucault mezclado con alguien más y no atino a adivinar con quién.
Todo llega, también mi parada.
Bajo. Cruzo.
Paso por un puesterío que me encanta, en donde venden fruta, carne, flores y plantas. Una violeta de los alpes me hizo ojitos. Trato de ignorarla y seguir caminando, pero no puedo. Vuelvo sobre mis pasos.
"_¿Vos sos de acá?" (a uno que estaba en la puerta, al lado de las plantas)
"_¿Qué necesitás?"
"_ Quería consultar por las plantas."
"_ Ah... Es con la chica de allá adentro."
(A la chica-de-allá-adentro) "_¿Qué precio tienen las violetas de los alpes?"
"_$ 6.- "
"_No, esas no. Aquéllas de flores más chiquitas."
"_¡Ah! Son cyclaminas. $ 8.-"
"_¿Y esas otras?"
"_Cyclamen, más grandes. $ 8.- también. Y me quedan unas de $ 5.-"
"_¿A ver las de $ 5.-?" (qué tacaña soy a veces)
(Eran feítas las pobres. Con razón el precio. Pienso: Y bueno, la belleza cuesta.)
"_Dame esta." (me decanto)
"_¿Cuál?"
"_La fucsia, de bordecitos blancos. ¿Tenés un plato?"
"_Sí. $ 1,50 más."
"_Bueno, dale."
"_Mirá que el platito nunca debe tener agua. Regala dos veces por semana. Y que nunca quede agua en el plato."
"_Listo."
Le tiendo un "Belgrano" (billete de $ 10.- ) y me voy, feliz con mi "cyclamen" envuelta en dos bolsas de polietileno a falta de una.
Está el portero. Me abre. Qué suerte...
Y aquí estoy, con mi planta mudo testigo de este tonto ejercicio de escritura. Muy oronda, ella, en el centro de la mesa y escuchando ahora conmigo a Jacques Brel ("Ne me quitte pas", chanson que siempre me fascinó, desde que la escuchaba hace años en una publicidad de Colbert y nada sabía de su autor o cantante...)
Por último, la explicación acerca de la ilustración de este posteo.
Aprovechando las bolsas que transportaron a mi cyclamen en su -breve- viaje a casa, llevé a cabo un conato de orden en la mesa que debía albergarla.
Encontré la impresión en borrador del texto de Barthes que posteé anteriormente. Papel muy maltrecho, impreso en hoja "reciclada" (de un lado Barthes, del otro una hoja de tarifario descartada). Estamos haciendo economías en la oficina. Y hay que agradecer que las hojas tienen solo dos caras, de otro modo nos harían imprimir en una tercera faz, para gastar menos.
Rompí esta hoja en varios pedazos y, curioso ritual, antes de tirarlos a todos de una vez en las bolsas, fui mirándolos, como despidiéndolos, de a uno.
Mientras tanto iba mirando, buscando el pedazo que contuviera la última palabra: "arder".
No lo encontré. Misterio.
Tenía los trozos de papel abollados en mi mano izquierda. Los estiré, una vez más, uno a uno.
Nuevo control. Uno a uno, descartándolos en las bolsas si no contenían la palabra mágica.
Tres raídos pedacitos antes del último, apareció el preciado fragmento. Le dibujé unas formas vegetales al lado. Comprobarán que no soy ninguna artista.
Y ésa es la historia.
Y por eso, en este blog que hace un culto de las palabras, hoy son más palabras las que lo ilustran: deseos ... acepto ... firmo ... azar ... exitoso ... enfrentado ... vencido ...
... viabilidad ... arder ... soy ...
¿No son bellas estas palabras? Por eso fueron rescatadas de la basura.

Finalle en el grabador: "Jeanne y Paul" y "Un día de paz" de Piazzolla. Me hacen acordar a Corrientes y Callao. No sé por qué.

Me gusta esa esquina...

6 Comments:

At junio 09, 2006 8:14 a. m., Anonymous Anónimo said...

Personalmente prefiero ‘Un día de paz’ a ‘Tan solo un hombre’, pero entre las dos aparece una bellísima aguafuerte, las extrañaba mientras miraba por la ventana de La Academia.

 
At junio 09, 2006 2:25 p. m., Blogger Alvaro said...

Me gustó el "palabrerio".
Y no mencionas al mundial!!!
Buen fin de semana.

 
At junio 09, 2006 3:00 p. m., Blogger Claudina said...

Carlos, ¿no te gusta Vox Dei? jaja
Hay que ir a jugar pool o billar (no me acuerdo qué es lo que hay) a La Academia. Ahí tomé un submarino memorable!!!
Álvaro, qué bueno que te gustó.
Además me alegra demostrar que hay vida fuera del mundial!
Saludos a ambos!
Claudina

 
At junio 09, 2006 3:44 p. m., Anonymous Anónimo said...

Es inevitable nombrar al mundial aunque sea en ausencia.

 
At junio 24, 2006 1:30 p. m., Anonymous Anónimo said...

Como son mis últimas semanas en la oficina, antes del nacimiento de mi hija, debo dejar "todo en orden", lo que me consume las ocho horas de labor. Lamentablemente soy de esas personas que profesan el culto de "si no lo hago yo, esta mal" lo cual me obliga a intentar predecir lo que podría pasar en los futuros tres meses de licencia para solucionarlo hoy. Eso a lo que yo llamo "fuerza mayor", mientras que el resto del mundo lo tilda de "locura" me obligó a desatender de alguna manera este blog, al que retorno ansiosa este sábado gris y lluvioso. Como siempre maravillada por como un día húmedo e instrascendente, "de mero trámite" diría en mi jerga, puede se descrito con tanta belleza por Claudina. Coincido con mi amiga en que que también me provoca "humedad en el alma" el cadáver de la confitería El Molino y siempre me gustó mucho la canción de Jacques Brel "Ne me quitte pas" (confieso que acabo de conocer al fulano ahora). Ló único que espero es que el nuevo integrante de tu familia, el cyclamen fucsia, no desplace al pothus que te regalé y te acuerdes de regarlo semana por medio, ya que no necesita más. Ahora seguiré leyendo tus otros posteos...

 
At junio 26, 2006 9:02 a. m., Blogger Claudina said...

Sol, no te preocupes que el cyclamen (o cyclamina, porque es chiquita) convive perfectamente en el balcón al lado del potus en absoluta armonía vegetal!!! Me asombra tu potus, casi sobrevive solo. Recuerdo siempre echarle agua pero está lozano aunque "me pase por alto" algunos riegos!!
Estas plantas indestructibles (como la caña de la india) son el tipo de plantas que necesito yo!! jeje
Un beso y ¡vamos todavía! ¡¡¡Que queda poquito para el nacimiento de Pilar!!!

 

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