31 mayo 2006

Eugène Ionesco: Sans souci o la angustia intermitente...

Despreocupación.
¡Qué tema!
Frecuentemente pienso sobre cuánto más fácil sería la vida si pudiera practicar el arte de la despreocupación.
Sin dudas tengo la fortuna de vivir momentos de dicha sencilla, compuesta de elementos cotidianos.
Sin embargo hay momentos en los que "por H o por B", aparece el nubarrón que, unas veces por un instante otras por una temporada, instala alguna preocupación en la cabeza que se dedica a dar mil vueltas alrededor de alguna posibilidad aciaga o algún acontecimiento desventurado.
Estos sentimientos míos resultan hasta irrisorios cuando se los contrasta con la experiencia de los que llamo los "atormentados". Personas (habitualmente artistas, escritores o seres con una sensibilidad desdichada) que nos llegan a través de palabras grises pero no por ello menos ciertas ni menos plenas de sentido.
Introducción para decir que estuve leyendo en diagonal un libro que recopila entrevistas y textos inéditos de Ionesco ("El hombre cuestionado", Emecé, 1981 - Del original francés "Un homme en question", Éditions Gallimard, 1979)
Muchos pasajes recuerdan ese malestar que nos acomete, esa pesadumbre de no saber dónde ponernos, a dónde huir de nosotros mismos.
Transcribo:
" Encontrarse en estado de angustia es estar, para mí, MÁS ALLÁ, o casi más allá del límite de este mundo; es decir, en la angustia el mundo entero se vuelve a poner en tela de juicio: "¿Por qué hay algo en vez de nada?", se preguntaba Heidegger. Y después Nemo vuelve a tomar y completa la fórmula: "¿Por qué hay mal en vez de bien?"
"Las palabras que enuncio son simples y banales y no pueden dar esa angustia profunda y auténtica que, paradójicamente, sólo los artificios astutos y sublimes de la literatura pueden expresar. Estoy en lo inexpresable."
"Como decía Adamov (...): "Yo no soy de este mundo y no sé a qué mundo pertenezco. En todo caso, este mundo no me conviene para nada. A este mundo lo rechazo. Pero ¿qué soy?...
Es la cuestión que ustedes plantearon en primer término y a la cual me es imposible responder; porque si yo supiera lo que soy, o hacia qué me dirijo, no habría evidentemente más problemas.
(...)
"Para nosotros que no conocemos las técnicas del éxtasis -y me pregunto cómo se puede vivir sin iluminación-, pero podemos a pesar de todo encontrar una suerte de solución: la despreocupación, saber que el mundo es una especie de esa enorme mala pasada que Dios ha jugado al hombre, y esperar el fin. Es decir que hay en ello un juego enorme y que habría que llegar a tomar la actitud de ciertos budistas Zen que, después de haberse roto la cabeza durante decenas de años para descubrir la significación del mundo, se echan de pronto a reír. Y es ésa su iluminación, de segundo orden por lo menos: se ponen a reír.
Esos monjes budistas han mirado de pronto en torno de ellos como si vieran el mundo por primera vez: han visto "Eso" o "Aquello", y "Esto" y todo, y luego se han echado a reír y han dicho: "¡Vaya, qué broma!"
"(...) no vale la pena romperse la cabeza, y lo que habría que hacer es vivir en la despreocupación. Ésa es la solución. El "me importa un bledo" absoluto, filosófico de los Zen."
Ionesco reconoce sin embargo una dificultad en el camino al "me importa un bledo":
"Vivo momentos en que todo me es indiferente. Me sucede ir a casa de gentes que hablan de todo lo que me ha preocupado toda una vida, toda mi vida (...) Pero esta indiferencia está lejos de ser la del sabio. La indiferencia del sabio es serena. Yo soy indiferente a las cosas, a todo lo que se dice, y esta indiferencia es sombría y tormentosa."
Más adelante, concluye una entrevista diciendo, terrible:
"Nada me desalienta, ni siquiera el desaliento. Y sin embargo no creo en el futuro de la humanidad."
Ionesco sigue en el descreimiento y la intención de despreocupación, pero no lo logra. Le preocupa el mundo, y sin embargo no deja de insistir con la "ideal" despreocupación (ideal al menos en una persona con su sensibilidad particular):
"Por lo demás, ustedes saben que ahora, mientras hablamos, el mundo está arrasado a sangre y fuego, y les confieso que, a pesar de todo, yo mismo soy feliz cuando llega la medianoche y puedo acostarme y dormir."
Sobre la posibilidad de hacer algo: "...Creo, sin creerlo demasiado. Pero como me decía el gran escritor y amigo mío que es Manès (Sperber): 'Hay que hacer siempre algo, hasta no ignorando que nuestros actos terminan mal.' "
"El mundo ha perdido toda dirección. Y no son, sin embargo, las ideologías dirigentes las que faltan. No llevan a ninguna parte. Podemos elegir entre el entumecimiento con nuestros deseos alienandos o la muerte violenta en la explosión de nuestros deseos que chocan en nosotros mismos, unos contra otros, o que chocan con aquellos de nuestros semejantes."
Sin embargo, incluso en el pensamiento de Ionesco, existen los refugios... pero refugios de escala más humana, más acordes a la sensibilidad promedio que no puede llegar a la despreocupación metafísica de los Zen. Se trata del refugio en la otredad comprensiva, en la calidez de un amor que se anhela y que nos dirige una mirada anhelante. Es el ámbito de la afectividad:
"Hemos olvidado lo que debía ser la contemplación. No sabemos ya ver, no sabemos ya detenernos en la agitación general y mirar, un instante inmóviles, esa agitación misma. No sabemos ya mirar los mismos barrotes de nuestra cárcel, ni la tierra, no tenemos el ocio necesario, y es sin embargo mirando en torno de nosotros, en nosotros, que podríamos ver aparecer algo. Es 'mirando' con una atención intensa que podríamos encontrar de nuevo la frescura del asombro, un asombro de niño uqe volvería al mundo tan joven, tan virgen como el primer día de la creación. Habrá que aprender de nuevo la admiración."
"Todo lo que he hecho, todas mis actividades no están fundadas en nada. El amor puede hacernos vivir."
"A pesar de todo, más allá de mi angustia, mientras esté aquí, continuaré, volveré a empezar cada mañana y haré no obstante lo que creo que es mi deber.
Puesto que soy ignorante, no debería juzgar nada. Tengo quizá todas las razones para estar contento. No puedo sino confiar."

2 Comments:

At junio 01, 2006 4:21 a. m., Anonymous Anónimo said...

"Huir de nosotros mismos...". Cuantas veces uno ha experimentado esta sensación...Cuantas veces he sentido un "paréntesis" en el cual me encierro para analizar mi existencia desde "afuera" y, pese a estar todo en "aparente orden", me resulta imposible no preguntarme "¿Es esto lo que yo quiero hacer con mi vida?".Cuan identificada me siento con lo que expresa este autor: "A pesar de todo, más allá de mi angustia, mientras esté aquí, continuaré, volveré a empezar cada mañana y haré no obstante lo que creo que es mi deber.
Puesto que soy ignorante, no debería juzgar nada. Tengo quizá todas las razones para estar contento. No puedo sino confiar."
Yo suelo decir que hay dias tormentosos en los que paradógicamente siento el calor del sol; y otros cálidos y limpios en los cuales me encuentro zambullida en la peor de las tormentas. Verdaderamente este es un posteo que llama a la reflexión.

 
At junio 05, 2006 3:18 p. m., Blogger Alvaro said...

Claudina, sos una maravilla, logras sorprenderme y dejarme pensando cada vez que entro a tu blog, me gusta lo que escribís y los párrafos que seleccionas de lo que otros escribieron.
Sobre el tema de este posteo resulta que la semana pasada, hablando con el dentista que me va a hacer un implante, me decía "quedate tranquilo, te voy a operar como si no te conociese", me pareció un comentario brillante. Me quiso decir que iba a usar la serenidad que da la indiferencia, para que todo saliese bien. Me parece que esa es la despreocupación positiva, la que trae serenidad pero no se desinteresa de las cosas. Es la indiferencia del que se sabe realmente conocedor y experimentado y sabe que lo mejor es dejar a su mente libre para que actúe con la eficacia acostumbrada.
No conozco la filosofía Zen pero el "me importa un bledo" que mencionas como perteneciente a esa filosofía no me parece positivo, me suena a suicidio en vida, a darse por vencido y dejar que el mundo siga su curso sin nosotros. Si es eso, no me gusta.
Coincido en que hay que tratar de vivir en la despreocupación para no atormentarnos por imposibles. Tenemos que saber detenernos, contemplar y meditar , pero también tenemos que actuar, tratar de dejar nuestra marca en el mundo. Me parece que esa es la vida para los humanos, aunque a veces nos lleve a la angustia y al sufrimiento.

 

Publicar un comentario

<< Home