21 septiembre 2006

Printemps

Primavera.
Sorprende la intermitente candidez de la gente de esta ciudad.
Ya hace unos días, las vidrieras de negocios, cafés y bares, se llenaron de flores de papel pegadas, algunas con cierto arte otras con más tosquedad.
Hoy el 29 pasó por una verdulería de Abasto que, entre los cajones de zapallitos, zanahorias y lechugas, colocó grandes ramos de fosforescentes flores de tela.
Yo estaba con un ojo en "Cosmos" de Gombrowicz (lectura que retomé luego de un abandono hace unos meses, por haberme perdido en el laberinto descriptivo de vidas de campiña polaca), pero el otro ojo se empeñaba en ver por la ventanilla del colectivo.
En la radio, que el chofer escuchaba a buen volumen, estaban sondeando entre los oyentes cuál sería la canción más representativa de reuniones de picnic con guitarra y ronda... Y muchos tiraban ideas... mucho Sui Generis... la más votada: "Canción para mi muerte" (muy ad hoc, muy primaveral).
Sonó en la radio.
En el asiento de adelante un hombre cantaba a dúo con la radio: "...se fueron desvaneciendo como pompas de jabón, te encontraré una mañana dentro de mi habitación y preparás la cama para dos..."´
El 29 siguió su recorrido.
Sobre la calle Viamonte, un hombre llevaba 2 ramos de fresias.
Avenida Corrientes, en el puesto de flores que queda cerca de la librería Lucas, un hombre de aire simple y con cierta ingenuidad compraba 3 rosas pero envueltas separadamente. Era bajo, flaco, calvo... vestido con una camperita raída. Y me imaginé que las flores serían para "las chicas de la oficina" o del ministerio, con las que esperaba quedar como un galán.
Bajé. En la esquina de Sarmiento y Esmeralda, la chica que vende fundas para celulares y convenientes paraguas cuando llueve, tenía hoy una canasta llena de ramos de flores. Vendedora de ocasión.
En todo el recorrido me acompañaron en la mente palabras como simplicidad, ingenuidad, candor, sencillez, que contrastaban con la sórdida brea que la ciudad acostumbra ofrecer. Pero (y aquí peleo contra mi escasa capacidad para pintar bien lo que siento) esa simplicidad, ese candor primaveral se me hacía terriblemente triste y pobre. En el fondo, ilusionará a los partícipes (el hombre de la camperita, los verduleros, las chicas de la oficina, el hombre que canta a Sui Generis...) A mí estas imágenes me mostraron cierta fragilidad...
Tonterías mías. Como siempre.

3 Comments:

At septiembre 22, 2006 9:23 a. m., Blogger Alvaro said...

No tan tonterias, me parece que el sentimiento es válido. Es la fragilidad que tiene una alegria prestada por la fecha, no surgida del interior de las personas.

 
At septiembre 22, 2006 3:23 p. m., Blogger Claudina said...

Sí, puede ser. Con tu comentario redimís un poco la pesadez de mi escrito. Igualmente ayer, mirando por la ventanilla del colectivo de regreso, y viendo que casi todo el mundo andaba con florcitas o tomando algo por ahí, me dio ganas de participar un poco de la alegría de la fecha...
Por otro lado luego pensé (el colectivo es ideal para soliloquios) que, sea por la fecha o no, la candidez de festejar una fecha que se supone colorida, en el fondo es mejor que nada. A ver cómo lo explico... digamos que el hecho de que la gente se entusiasme, aún llevada por la oleada comercial que les vende flores y le da alegría en comodato, está bueno que se enganchen al menos en ese gozo superficial. Puede ser que del disfrute que de eso obtengan, se les ilumine también un poco el interior, ¿no?
Frágil o no, ayer a la nochecita me hubiese gustado engancharme un rato en la onda que había en la calle.

 
At septiembre 23, 2006 12:26 p. m., Blogger Alvaro said...

Esto tiene algo que ver con lo de la protesta. Uno puede ser conciente de ser partícipe de algo con escasa proyección, pero momentáneamente útil o satisfactorio, en un caso para expresar la bronca, en el otro para pasarla bien.
El otro día mi señora me comentaba un dialogo que escuchó en el colectivo. Era entre dos chicas bolivianas y comentaban que extrañaban las fiestas de Bolivia; que allá la gente sale a la calle y participa del carnaval, los casamientos, las fiestas religiosa, etc. Que acá sentían que la gente siempre estaba en pose, no disfrutaban de la vida. Creo que algo de razón tenían, sería bueno que nos acostumbrásemos a participar espontáneamente y sin vergüenza tanto de una chacarera en la plaza como de una protesta porque no arreglan una vereda. Lamentablemente lo digo y no lo hago, mas de una vez me encuentro pensando lo mismo que vos, me gustaría participar, pero el pacatismo es mas fuerte que yo.

 

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