28 marzo 2006

El maniqueísmo que amputa la riqueza


Todavía no terminé de redondear el pensamiento pero vendría a ser más o menos así:
De un tiempo a esta parte estoy tratando de afirmar(me) la idea de que la vida -aún con todas sus miserias- tiene una riqueza inconmensurable, que difícilmente sea abarcable en el lapso en que nos movemos por este mundo, por muy aplicados que estemos a penetrar en todos sus significados.
Algo parecido a la idea de la ameba cognoscente que Cortázar describe en el capítulo 84 de Rayuela, que ya nombré en el posteo
"Homo viator"
En fin, el tema es este: cuanto más conozco, más inabarcable me resulta todo. Es cierto, más crece el asombro, el entusiasmo por seguir entendiendo, pero al mismo tiempo crece la idea de que con esta llaneza propia no me siento autorizada a negar a nadie ni nada. Si bien hay pensamientos, posiciones políticas con las que uno se ubica en algún punto del espectro que va del "no concuerdo" al "coincido", no veo por qué no puede haber debate serio, coexistencia de posturas sin fanatismos, sin imposición de la verdad (parcial) a los gritos. La concordancia muchas veces puede parecer una utopía y la armonía una quimera, si tenemos en cuenta el concepto de Foucault sobre "las" verdades que se van imponiendo alternativamente según quién o quiénes detentan el poder.
Pero atendiendo a los medios, a la calle, a la universidad, a cualquier ámbito académico, a las charlas de oficina, a las columnas de los diarios... viendo las discusiones en general -cuando es que hay discusión, porque la mayoría de las veces sólo hay acusaciones e imputaciones unilaterales- no puede más que surgir la pregunta de por qué el maniqueísmo impera en la formación general de opiniones. Por qué ganan terreno las actitudes que mantienen posturas extremas, el bien o el mal, el blanco o el negro... cuando la realidad tiene tanto matiz y los hombres concretos que hacemos la historia somos, a la postre, una mixtura impresionante, una mezcla de ideas, una complejidad caminante que hoy se equivoca y mañana acierta.
El maniqueísmo extremo demuestra, muchas veces, desconocimiento.
Las ideas (todas) tienen raíces complejas y muchas veces enmascaran intereses que no se conocen con apenas rascar la cáscara con la uña... entonces... ¿Qué tan cierto es incriminar a ese otro que piensa distinto? ¿Cuánto perdemos con la cerrazón a priori ante otras posiciones que de inmediato juzgamos equivocadas?
O planteando el asunto al revés: Cuánto más ganaríamos primero escuchando, luego debatiendo, finalmente conociendo y tomando mejores decisiones, con posiciones más firmes, fundadas en el análisis, aunque no pueda llegarse -como es lógico- a la escurridiza conciliación.
Este no es un planteo naïf. Más bien es un deseo, un pedido, nacidos del cansancio de la imposición de LA verdad a los gritos, a los piedrazos, a los empujones, con violencia física y con pirotecnia verbal.

4 Comments:

At marzo 29, 2006 3:41 p. m., Anonymous Anónimo said...

No se si "sin querer" o "sin querer queriendo", pero este posteo tiene mucha relación con el anterior (Disquisiciones...). Yo creo que hoy por hoy existen muchos GRISES (léase "términos medios) que se hacen oir igual que los extremos. Esto me recuerda a Aristóteles: "La virtud es el punto medio entre dos extremos viciosos". Quizas lo bueno o lo "virtuoso" no es justamente adoptar posturas radicales sino mas bien medias resultantes de la interacción y estudio de las políticas radicales (y contrarias u opuestas). Pero bueno, no podemos obligar a todos a "enriquecerse" con esta vía de pensamiento...

 
At marzo 30, 2006 5:51 p. m., Blogger Alvaro said...

Cuando se trata de entender actitudes creo que tenemos que diferenciar dos situaciones. En la vida real, la imposición de ideas a los gritos, empujones o balazos suele obedecer a intereses políticos y económicos por lo que lamentablemente, es muy improbable cambiar de modalidad, por lo menos en el corto y mediano plazo. Comparto el lamento por esta desagradable faceta de la humanidad. Cuando lo que está en juego no son ideas sino intereses hay que ser muy cuidadoso porque la violencia sigue siendo un recurso habitual.
En el mundo de las palabras o las ideas se me ocurren tres posibilidades:
Tomar una posición maniquea por desconocimiento o estupidez.
Tomarla por sencillez. Suele pasar que al “fijar posiciones” en un tema se simplifique hablando en blanco y negro. Es una forma de aclarar desde donde se está hablando y no creo que excluya la posibilidad de ver grises cuando se extiende el debate sobre el tema en cuestión.
Por último están las pasiones, los sentimientos profundos que llevan al embanderamiento. En todo debate hay que dar lugar a la pasión aunque lo dificulte, porque simultáneamente lo enriquece al dejar a la vista el interior de la persona. Por supuesto que es mas fácil hablar y conciliar posiciones entre personas medidas y sosegadas que entre personas apasionadas, pero el debate se torna aburrido. Lo que le da interés a la vida es la pasión y hay que dejar que se manifieste.

 
At abril 04, 2006 1:58 a. m., Anonymous Anónimo said...

Pienso igual que vos salvo que en algunos casos me parece imposible siquiera escuchar al ‘otro’, para dialogar no solo hay que hablar el mismo idioma sino que hay que tener algunos valores en común, personalmente no puedo debatir ni con racistas, ni procesitas ni desaprensivos, ante estas personas pienso que todo diálogo es inútil, solo puedo ignorarlos.

 
At abril 04, 2006 9:10 a. m., Blogger Claudina said...

Gracias Sol, Álvaro y Carlos por los comentarios.
Aprovecho a aclarar un poco más. La idea que me animó a escribir esto surgió por ver y escuchar ciertos debates en mi facultad, en los que no parecía haber posibilidad de opinar diferente sin que al "disidente" se le cuelgue un cartel o se le pegue una etiqueta.
Desde ya coincido con Alvaro en la pasión por defender una posición, pero todavía no sé hasta qué punto la pasión justifica la agresión.
Y, es cierto, Carlos, tampoco yo dialogaría con racistas.
Un abrazo a todos.

 

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