15 octubre 2006

He venido hasta tí, Madre...

Es raro lo que siento ante los grandes desplazamientos, las alocadas corridas, las compulsivas compras, las oleadas humanas que genera cualquier fecha significativa (Fiestas de fin de año, día de la Madre, del Padre, del sobrino, del podólogo, o los fines de semana largos, among others...)
Siempre fui de esos que se dan media vuelta si, al llegar al cine, la cola supera por largo el placer de sentarse a ver la película. Ni qué hablar de esperar afuera de un restaurante para comer. Ningún boliche y su comida son tan fuertes como para que el sacrificio valga la pena. Prefiero ir a contrapelo, prefiero las temporadas bajas, prefiero las horas vacías, las caminatas en domingo al mediodía (cuando el resto come los fideos con tuco), cuando el resto del orbe mira una final de Mundial de fútbol y así...
Pero hoy hube de tragarme cada una de estas palabras y bohemias preferencias.
Necesidad: Debía ir "a provincia" y recorrer casi 60 km.
Les debía una prometida visita a mi madre y a mi abuela. Después de esperar en vano un taxi vacío para llegar a los pies del caballo de Garibaldi (Plaza Italia, bah) decidí tomar mi bondi de cabecera, el nunca bien ponderado 111. Y fue llegando a La Rural que comprobé la locura humana en la que debía insertarme: una cuadra de cola hasta la garita en la que venden los boletos, para luego ser la feliz acreedora de un puesto al final de una segunda cola, esta de 250 mts de extensión doblando por Av. Sarmiento para, al rayo de Febo, esperar que los colectivos se fuesen llenando con ganado sentado y en pie y, por eso que se llama justicia, luego de casi una hora de espera, poder acceder a uno de los vehículos.
Todo esto trajo a colación mi recurrente idea sobre la ESCASEZ. La mezquina oferta de un "algo" (poco) que "muchos" buscan al mismo tiempo. En este caso, transporte. Mi mente asoleada también podría haber recordado esas películas catastrofistas en las que el mundo sufre un colapso y las gentes se tirotean por un bidón de agua. Dicen que esto no está lejos... Por agua, por petróleo o por un asiento en el 57, es increíble cómo el mundo puede conocerse también a escala. Y aquí viene lo interesante, y es que en esta muestra que sufría la escasez que acabo de mencionar, ya aparecían brotes de violencia. Humanos son los humanos.
La odisea incluyó insultos de tipos de atrás mío que les gritaban "Caraduras" a unos de adelante que hicieron la fila pacientemente como todos, pero luego dejaron insertarse a una supuesta madre de uno de ellos y una hermana.
"¡Eh! Ustedes dos no estaban antes. Se colaron a último momento"
"Es mi vieja. Además nosotros sí hicimos la fila. ¿Qué querés? ¿Que viajemos en otro colectivo? Mirá que si querés viajamos separados y ellas en otro colectivo" Decía el de adelante.
Ni el de adelante amagó siquiera a decirle a madre y hermana que hicieran la cola desde atrás, ni el de atrás se calló.
En fin... el de atrás, el protestante, quería tomarme de testigo de su enojo, diciendo:
"¡No puede ser! Hay gente que hace lo que quiere porque los demás se lo permiten. Yo soy valiente y se los digo, ¡sí señor! Porque al final, con los cobardes que no dicen nada, no se llega a ninguna parte." Con lo cual, yo de a ratos asentía al sermón del "valiente" mientras iba levantando mi cabeza como avestruz y haciendo rápidas cuentas (a metros del cuarto colectivo que venía desde que llegué) a ver si con la gente que tenía delante (incluidos los "desfachatados") podría sentarme.
Punto uno: la inclusión de los supuestos "desfachatados" y de unas cuantas personas más con derecho a excepción (por estar con bebés, o con dificultades: bastones, edad) igual nos permitiría sentarnos a mí, al protestón y a una decena detrás de él. Por esta conclusión decidí no llevarle mucho el apunte al "justiciero" de la fila.
Punto dos: Al minuto de pronunciada su diatriba, y luego de mis cuentas de cabezas precedentes en la fila, reparé -siempre con mi habitual rapidez mental- en el discurso del tipejo: "los cobardes que no dicen nada"... Perdón, ¿a este señor no se le habrá ocurrido incluírme a mí en ese grupo? ¿A ver si todavía asiento con la cabeza, como quien no quiere comprometerse mucho, y resulta que el tipo me está insultando? En fin, sea por H o por B, dejé de prestarle atención. Que me diga cobarde, que les grite a los de adelante lo que quiera. Yo no tengo muchas ganas de discutir nada y menos de ejercer una justicia inane luego de una hora parada bajo el sol, cargando pesado bolso acompañado de bolsas satélites.
Adiós vos y tu protesta.
En la puerta del colectivo, el guarda: "¿Boletos? Graciassss."
Qué suerte, ahí hay un asiento contra la ventanilla. Todavía no entiendo cómo estoy acá en lugar de, fiel a mi estilo cansino y poco amigo de las aglomeraciones y gregarismos, haber pegado media vuelta y a otra cosa.
Pero en la casa materna me esperaban. Y tener quien te espere, no es poco.
¡FELIZ DIA VIEJA!
El año próximo lo festejamos o una semana antes o una posterior. Idea de mi madre, que tampoco es amiga de las movilizaciones en masa.
Imagen: Klimt, Madre e hijo. Circa 1905

2 Comments:

At octubre 17, 2006 10:41 a. m., Anonymous Anónimo said...

Me pasó algo similar en la vispera de Noche Buena del 2003 (Linea 57 destino Pilar), sólo que como dos dias antes habia conocido a quien hoy es mi marido, no me importó hacer la fila kilométrica, esperar más de hora y media y viajar la mitad del trayecto parada porque mi mente, mi corazón y mis ganas estaban de fiesta. Creo que ese día nadie entendió como era posible que, en esas circunstancias, alguien tuviera una sonrisa dibujada en el rostro.-

 
At octubre 17, 2006 10:47 a. m., Blogger Claudina said...

Yo trataba de hacer viajar mi mente mirando los hermosos lapachos en flor de la Plaza Italia, pero el calor y la densidad de la gente lo impedían... además olvidé comentar que había un vendedor de pirulines que los ofrecía a grito pelado, por el módico precio de $ 1 y los niños, cansados de hacer fila aprovechaban el cansancio paralelo de sus madres. ¿Querés creer que el vendedor de los pirulines los ofrecía como un regalo para las madres y las abuelas? Sobre todo para estas últimas: "A los piruliiiineeeeessss... qué mejor regalo del día de la madre para nuestras abuelas. A un pesito, nada másssss... Llevale un pirulín a la abuela, pibe. ¿Te acordás abuelita de los pirulines? El mejor regalo para recordar viejos tiempos?"
Era un poco "heavy" pero no dejaba de emanar cierta ternura... jaja

 

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