08 marzo 2006

Cuento Corto: El ignoto pasajero


A veces se me ocurren cantidad de ideas tontas mientras viajo, mientras camino por la calle. La visión de alguna cosa particular me da pie a encadenarla en una sarta de pavadas que terminan en relatos como el que sigue... Le conté brevemente el argumento a Mariana y le pareció triste y deprimente... Ahora que lo veo escrito a mí hasta me parece ingenuo y bobo... pero aquí está. No voy a borrarlo.
EL IGNOTO PASAJERO
José era un hombre común, con un trabajo común y una rutina gris.
Vivía solo y era escaso su contacto con otros humanos. Rutina de escasez social que apenas se matizaba por las forzadas relaciones con compañeros de trabajo, saludos al portero del edificio o consultas a la cajera del supermercado chino de su barrio o al empleado del ministerio/oficina pública. Todos los días se levantaba a la misma hora y tomaba el subterráneo para llegar a la oficina.
Aquél día había sido tan rutinario como los demás. José se alistó para regresar a su solitaria vivienda. Tomó el Subte en el Obelisco. Al descender a la estación quiso, en un acto cuasi involuntario, observarse en el gran espejo que se encuentra frente a los molinetes de ingreso. No se vio. Vio reflejado todo el ajetreo y la multitud que a esa hora pasaba frente a él. Pero no pudo ubicarse en esa imagen que devolvía el espejo. De cualquier modo no tuvo demasiado tiempo para detenerse y buscarse minuciosamente a sí mismo dentro de la escena, porque la misma muchedumbre lo empujaba a insertar rápidamente la tarjeta y pasar de una buena vez a los túneles.
Siguió su camino. Lo afectó un tanto aquella experiencia de ausencia en el espejo, pensamiento que fue inmediatamente desplazado por la visión de un hombre que miraba una imagen de la Virgen de Luján que se halla en una columna de la estación. Apenas pudo, en la vorágine, echarle una mirada intentanto dilucidar cuál sería la carga de ese hombre, pues el gentío lo impulsaba a seguir caminando. Se compadeció brevemente del piadoso. Una especie de empatía o relación forzada lo hacía sentir cercano a aquel hombre. ¿Sentiría lo mismo que él, José, que cargaba con sus propias desdichas y la ignorancia e indiferencia totales de los demás? Él a quien tanto le pesaba a veces su retiro, su clausura, ese ostracismo involuntario en el que vivía. O sobrevivía...
Tomó normalmente la formación. Viajó en un vagón atestado de gente, lo que por otro lado era común en aquel horario.
Finalmente llegó su estación de destino. Bajó casi expulsado por la gran cantidad de gente que se atiborraba en el tren. Sintió alivio en el andén. Ya solo quedaba tomar la escalera mecánica más próxima y nada... llegar a su casa. No recordaba aquél túnel y aquella escalera en particular. Si hasta le pareció que se trataba de una nueva salida. Lo que por otro lado era altamente probable, pues los subterráneos estaban en permanente refacción...
Y entonces, sucedió lo insólito... Mientras José subía, aquella escalera no mostraba signos de finalizar. La pendiente parecía nunca acabar, no se observaba que los escalones se insertaran, horizontales, en ningún umbral superior... Al cabo de unos minutos -imposibles, increíbles minutos- José desesperó. Miró hacia adelante y detrás suyo. Nadie. Solamente una sucesión infinita de escalones arrastrándose en una pendiente infinita que lo llevaría a ningún lado. Pero no gritó, ni se agitó. Se sentó a esperar como había esperado siempre...
Nunca más nadie supo nada de José. Nadie lo reportó desaparecido. Nadie reclamó por él. En su oficina el "caso José" fue entendido como "abandono de trabajo". Y aquella sociedad que lo ignoró toda su vida o, en el mejor de los casos, lo proscribió, también fácilmente lo olvidó.
De la escalera infinita no se tuvieron mayores reportes. De personas desaparecidas en la estación Pueyrredón, donde desapareció José, tampoco.
© Claudina González - 2006
Imagen: RENE MAGRITTE Portrait d'Edward James (1937)

4 Comments:

At marzo 09, 2006 10:25 a. m., Anonymous Anónimo said...

Si, Clau, la historia me pareció triste quizás por lo cotidiano. Si bien no creo que la gente se pierda en una escalera mecánica (jeje) a veces es casi asombroso que habiendo tantas personas que vamos para el mismo lado esté cada uno tan solo encerrado en su existencia... triste, si es triste pesar que se puede estar tan solo en medio de tanta gente.
Esto me recuerda una mañana en la que ambas estabamos paradas en Florida esperando el semáforo en verde para cruzar Corrientes y mirando a la cantidad de personas que estaban en la vereda, opuesta tambien para cruzar, ligaste esta imágen a las guerras medievales, el semáforo dió verde y las ganas de escapar se apoderaron de mi al ver esa masa de personas que arremetían contra mi integridad...

 
At marzo 09, 2006 10:53 a. m., Anonymous Anónimo said...

Coincido con Mariana en que es una historia melancólica pero no hace más que reflejar la realidad de muchas personas que pasan por esta vida envueltos en un anonimato involuntario...(o voluntario???). Recuerdo el caso del "viejo del palito", un personaje tristemente célebre en Pilar, de donde soy orienda. El viejo del palito era un croto mal oliente que vagaba por las calles pueblerinas cargando bolsas y trastos. Su nombre se reportaba a un palito que atravezaba su nariz y que recuerda a la costumbre decorativa de varias tribus africanas. Pero detrás de esa soledad que cualquiera puede adjudicar a la pobreza, se escondía una historia que apenaría a cualquiera. Resulta que este hombre era un comisario reconocido de una ciudad próxima a Pilar que en ocasión de un allanamiento baleó a un ladrón. Ocurrió que al acercarse al cuerpo del criminal advirtió que se trataba de su hermano. A partir de entonces se dedico a vagar voluntariamente confinándose al silencio. Después de muchos años, casi todos los de mi infancia, el viejo desapareció sin dejar rastro. Quizás se subio a la misma escalera que José; quizás se reencontró con su hermano...quien lo puede saber??? Y para terminar, esto me recuerda a la última frase de la Apología de Sócrates (Platón): "Pero ya es tiempo de que nos retiremos de aquí, yo para morir, vosotros para vivir. ¿Entre vosotros y yo, quién lleva la mejor parte? Esto es lo que nadie sabe, excepto Dios".

 
At marzo 09, 2006 12:22 p. m., Blogger Claudina said...

Gracias Maruja, por el comment. Ya ni me acordaba de aquél comentario. Esta imagen de guerras bárbaras o enfrentamientos cuerpo a cuerpo entre bandos, se ve perfecto en Diagonial y Florida, por ejemplo. Sobre todo teniendo la vista panorámica desde la altura de algún colectivo. Es impresionante ver cómo los bandos que esperan el verde para cruzar, desde ambas veredas opuestas de la diagonal cuando cruza Florida. Es casi una coreografía ese entrecruzamiento de falanges. En momentos como éste, para ilustrar esta descripción que realmente no puedo completar bien con palabras, es cuando me gustaría tener una camarita digital... pero la verdad tengo otras urgencias económicas, como para dispersar recursos en un adminículo de estos...

 
At marzo 09, 2006 12:28 p. m., Blogger Claudina said...

Sol, gracias a vos también por tu comentario! Me hiciste recordar al loco del palito. ¡Yo también lo veía cuando era chica, en las veredas pilarenses! Qué historia que tenía detrás este hombre... ¡Para una novela! ¿Vos cómo te enteraste de eso?
Si uno pudiera recabar las historias de vida de los linyeras creo que surgiría material para libros enteros...

 

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