30 octubre 2006

Bloody Sunday


Escribo esto detrás de una receta homeopática.
Maldito domingo.
A eso de las seis no podía más con el encierro horizontal y salí del departamento, a caminar. A las dos cuadras, y cuando venía observando que increíblemente todavía la vereda estaba llena de flores de jacarandá sin pisotear pero insistentemente barridas por un comerciante, se me ocurrió ir a ver qué daban en el cine. (Sin compromiso, si nada me llamaba la atención, me daba media vuelta y listo). En la fila, saqué entusiasmada mis cupones de descuento pero ¡cuac! habían vencido el 25/10. No solamente la entrada iba a costarme $ 14,50 sino que la cajera me enchufó un horroroso bombón de fruta por los $ 0,50 de vuelto.
Faltaba todavía un rato largo antes del inicio de la función, de lo que se derivó una caminata sin rumbo, buscando un locutorio para hablar con mi abuela y avisarle que volvería tarde y que la llamaría tarde también.
Otra vez se me presentó la recurrente idea de la calle hostil. Para conjurar a esta enemiga se me ocurrió ir a algún café. La ausencia de bares con mesas libres sobre las ventanas para pasar el rato hasta el inicio de la película, me llevó a sentarme en esta oscura y roja sucursal de "il Gatto" en donde hojeo distraída un ejemplar de la insulsa revista "Viva".
Curiosidad del tour pre-cine y pre-café: en las cabinas del locutorio, que quedaba dentro de un kiosco de golosinas, había calcomanías de "Asistencia al Suicida". Me pregunto... los potenciales suicidas... ¿se darán el tiempo para caminar hasta el locutorio amigo antes de tomar la terrible determinación? Yo pensaba que, además de las consabidas opciones que albergan las vías del tren o del subterráneo, el suicidio era algo que se decidía en la pesada soledad de la casa. Aunque pensándolo bien, quizá justamente por eso pegaron allí los stickers: para los que salen a estar solos-entre-otra-gente. Al menos para esos.
La película merece un capítulo aparte. La verdad es que había sacado la entrada sin pensar mucho en las opciones. No quería nada lacrimógeno, aterrorizante, pesadamente político ni tontamente pasatista. Pero, entre todas las posibilidades, elegí la que me pegó por un subtítulo que prometía algo: Pequeña Miss Sunshine (Todos quieren parecer normales).
Me pegó eso de la normalidad y la apariencia. También el hecho de que se tratase de una película seleccionada del Festival de Sundance. Entré sin embargo dispuesta a pasar el rato, y poco más.
Salí maravillada con una trama que va y viene de manera muy inteligente sobre figuras de perdedores que aspiran a más sin lograrlo, pero sin caer definitivamente. Me pareció tremendamente humana. Como dice alguna crítica, es un "vistazo a las sorprendentes recompensas de ser un perdedor dentro de una cultura obsesionada con la victoria."
La vuelta fue con el buen sabor del rato pasado, con el paso apretado enfilando a casa, con las flores de jacarandá aplastadas o barridas, tan distintas de apenas unas horas atrás.
Y así pasó otro inapetente, cansado, hastiado, desanimado, pesado, adormecedor, soporífero, desesperante, fastidiado, tedioso, hartante, interminable y desganado domingo.
Mejor que si lo hubiese planeado.
A veces las cosas salen así.
Por suerte.

1 Comments:

At noviembre 07, 2006 2:36 a. m., Anonymous Anónimo said...

Aprovecho el tema para dar dos recomendaciones del Séptimo Arte, que a mi parecer presentan enfoques originales sobre temas de actualidad:

- La comedia francesa "Travaux, on sait quand ça commence...", dirigida por Briggite Roüan y protagonizada por Carole Bouquet.
- El drama "Las Tortugas también Vuelan" (Lakposhtha hâm parvaz mikonand), filme irano-iraquí, dirigido por Bahman Ghobadi, en el que se destaca la brillante actuación de su protagonista Soran Ebrahim como Kak Satellite.

Curiosamente ambas películas recurren al humor para tocar al espectador con temas delicados, sin perderse en la frivolidad.

Espero disfruten las películas, advirtiendo que la última es una película muy dura, que puede incluso afectar a los menos sensibles.

Salu2,

Valentino

 

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