12 marzo 2006

Suicidios.net

Es llamativa la noticia sobre la Red de Suicidios del Japón, que usa internet para concertar la forma, día, hora y lugar para morir.
Me resulta no solo llamativa la información, sino que además me recuerda a uno de los padres de la Sociología, Emile Durkheim, quien en su momento llevó a cabo un pormenorizado estudio del fenómeno suicida.
La revista Noticias, que a su vez tomó la información de la Veja brasileña, apunta:
“Son jóvenes de entre 20 y 40 años que, aparentemente sin coraje suficiente para quitarse la vida solos, recorren las salas virtuales para encontrar personas que compartan el mismo objetivo.”
Antes de siquiera leer superficialmente sobre el tema, yo hubiera afirmado –en mi ignorancia- que el suicidio (fuera de los conocidos pactos de sectas religiosas) era más un hecho con raíces íntimas e individuales antes que un fenómeno colectivo.
Hesse pone algunas tesis en “El lobo estepario” cuyo protagonista, Harry Haller de 47 años ha puesto plazo fijo a su vida, a ser cortada de un navajazo a los 50. (Ocurrencia que, por otro lado, le ayudaría a soportar mejor la existencia de los tres años restantes, con todas las incomodidades que éstos pudieran traer, dado que muy pronto llegaría la salida.)
Hesse afirma que
“es erróneo llamar suicidas sólo a las personas que se asesinan realmente. Entre éstas hay, sin embargo, muchas que se hacen suicidas en cierto modo de casualidad y de cuya esencia no forma parte el suicidismo. Entre los hombres sin personalidad, sin sello marcado, sin fuerte destino, entre los hombres adocenados y de rebaño hay muchos que perecen por suicidio, sin pertenecer por eso en toda su característica al tipo de los suicidas, en tanto que, por otra parte, de aquellos que por su naturaleza deben contarse entre los suicidas, muchos, quizás la mayoría, no ponen nunca mano sobre sí en la realidad.”
Más allá de una taxonomía de los suicidas, como la que quiere establecer Hesse o como la que llevó a cabo Durkheim en su momento, “los estudiosos arriesgan la hipótesis de que los jóvenes japoneses quieren transmitir el mensaje de que la culpa por su desesperación es de la sociedad.” Si ánimo de ofensas, pero me parece una hipótesis a la que no le veo mucho fundamento, o al menos es una generalización o un reduccionismo.
Sea por desesperación o sinsentido, sea como mensaje, sea que se matan por vacíos o por llenos, por problemas mentales, por abuso de tóxicos, por pérdidas, dificultades para relacionarse o aislamiento social, la particularidad de los suicidas japoneses es que buscan sitios web o blogs con instrucciones para suicidarse, con sugerencias de venenos o métodos indoloros. Toda una literatura de “¿autoayuda?” o de “hágalo Ud. mismo” suicida.
Y en todo caso, aquella condición aislamiento, aquélla nota de extrema individualidad, aquella imagen de soledad que yo como otros, románticamente, le endilgábamos al suicida, deberá ser revisada. Pues en Japón al menos, los suicidios se pactan colectivamente.
El año pasado, un día antes del 10 de Septiembre, día mundial para la prevención del suicidio, la Organización Panamericana de la Salud tiró un impresionante dato arriba de la mesa: el suicidio es ya responsable de más muertes al año que las producidas anualmente por el conjunto de todos los conflictos bélicos que asolan el planeta. La
OPS/OMS señala que el suicidio es una de las tres principales causas de mortalidad en todos los países del mundo entre personas de 15 a 34 años de edad. Estimados de la OPS/OMS indicaban que en el año 2000 murieron por suicidio aproximadamente un millón de personas. Pero la organización también enfatiza el hecho de que ese mismo año, un número de personas entre 10 y 20 veces superior intentaron cometer suicidio, representando con ello una muerte por suicidio cada 40 segundos y un intento de suicidio cada 3 segundos en promedio, respectivamente.
El número anual reportado en el mundo equivale a la cifra completa de las víctimas mortales de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos, cada día del año; o el equivalente a una cifra tres veces mayor que la pérdida catastrófica también de vidas causada por el tsunami asiático de diciembre del 2004. Lo que hace del suicidio una catástrofe silenciosa.
En América las tasas de suicidio crecen. Países paradigmáticos: EEUU, Colombia, México. Mundialmente Japón se ubica en 5º lugar en el ranking de suicidios de la OMS, precedido por China, India, Rusia y EEUU aunque, claro, con población mucho menor a la de estos países. Llaman la atención las
tasas altísimas de suicidios que registran los países de Europa del Este, especialmente de la ex URSS. Y siempre con mayoría de varones sobre mujeres.
Difícilmente pueda emitir opinión sobre un tema tan poco opinable. Apenas si puedo atinar al asombro ante los datos. Hablando fríamente, podría decir que son en cierto punto entendibles las cifras en países con altos niveles de conflicto político, bélico o social, así como países con regímenes opresores o que han salido de una opresión (comunismo) para meterse en otra nueva. El suicidio se entiende también en los países con índices de extrema pobreza: los países de suicidio por vacío.
Pero asombra ver que es un fenómeno en alza en los países donde los ciudadanos podrían únicamente quejarse “de llenos”.
Todo un tema.

1 Comments:

At marzo 13, 2006 12:53 p. m., Anonymous Anónimo said...

Es posible que esos que podrían quejarse de llenos, se sientan vacíos. La mente humana es un laberinto y es imposible prever el lugar donde la semilla del suicidio puede germinar. No apoyo la teoría de que alguién puede cometer este acto por tener mucho. Quienes consideran una solución el quitarse la vida son aquellos a los cuales el rompecabezas de ésta se les presenta sin una (o varias) piezas y no tienen ánimo de completarla o adaptarse. Jesús dijo: "Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará" (Lucas, 19,26). No se trata de "tener" o "no tener" se trata de la forma en que uno administra su vida y se contenta (o no) con ella. Quien tiene a Dios en su corazón, ese pensamiento jamás encontrará guarida en su mente ni se exteriorizará como el último de sus actos.-

 

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